Yo no he salido de la biblioteca de mi padre porque sigo buscando libros, notas, fotografías y todo aquello para seguir conociéndolo. Descubrí  que ha  hecho de todo, o casi todo. Aun me sigo pregunto; qué tenía ese hombre  para unir a tantas personas y que lo siguieran incondicionalmente, de dónde sacaba la fuerza y el coraje para transformar su entorno y el de los demás, qué superpoderes tenía para dividirse en muchos Bulmaros. Bueno..., de esos tantos Bulmaros que conocen y que describen tantas personas, yo conozco al más noble, al Bulmaro papá.
Con mi papá había que aprender muy rápido; cachar los mensajes que nos daba su sabiduría. Aun recuerdo lo que me dijo la  primera vez que me llevó a la escuela: esta semana te llevaré yo a la escuela, apréndete el camino muy bien porque tendrás que hacerlo tu solo. Creo que fue un reto duro para un estudiante de primaria,  y aunque suena a reclamo, no lo es. Tiempo después entendí el mensaje que me trataba de enseñar; observa el mundo desde tus ojos, camina sobre él y crea tu propio juicio. Creo que esta lección fue la más importante, ya que forjó la persona que soy ahora.
Conversando con mis hermanos me di cuenta de que inclusive entre nosotros tenemos un Bulmaro distinto; esto fue en gran medida por la diferencia de edades y los contextos tan distintos en los que crecimos. En mi caso, creo que me tocó el Bulmaro más sabio y comprensivo. Él era profesor, escritor e investigador. Pero además de todas estas actividades se daba el tiempo para estar en las actividades de la  comunidad. Era un papá que tenía muy poco tiempo para mí, pero  a pesar de esto, siempre me daba, condensadamente, lo mejor de él:  amor, sabiduría y sobre todo libertad.   
Yo no he salido de la biblioteca de mi padre porque tenía la costumbre de escribir frases por toda la casa; en la cocina, la sala y hasta en el baño. Aun recuerdo un par de ellas: “El hombre de espíritu piensa siempre en el perfeccionamiento de la virtud, mientras que el hombre vulgar sólo piensa en la comodidad.”  Otra frase que seguramente recuerdan muchos primos y primas: “¡Estudia, y no serás cuando crecido, el juguete vulgar de las pasiones, ni el esclavo servil de los tiranos!”. 
Mi padre era un hombre de palabras sabias, de refranes, de recuerdos valiosos, de crónicas de la Ciudad, de historias de la abuela y el abuelo. Ellos fueron el pilar fundamental de su educación  y  los evocaba con tal fuerza que parecía que seguían a su lado.  
Yo no he salido de la biblioteca de mi padre porque me enseñó el valor que tienen las palabras y el poder guardan las imágenes. Aún recuerdo aquella madrugada en la que me desperté y vi a mi papá sentado en su viejo escritorio,  una lámpara lo iluminaba. Me acerqué y le dije: ¿por qué sigues despierto? y me contestó que estaba trabajando para un artículo que tenía que entregar al otro día.  Me quedé un momento viendo como trabajaba, esa imagen se quedó grabada en mi mente. Después de un rato me abrazó y me llevó cargando a la cama, me contó un cuento y me quedé dormido. Ese era mi papá, había que ir a donde estaba y  hablarle,  interrumpirlo y hacerte presente. 
Yo no he salido de la biblioteca de mi padre porque sigo escuchando las canciones de Víctor Jara, Silvio Rodríguez o Alfredo Zitarrosa. Aún tengo en la memoria la imagen de mi padre cantando con mano arriba los versos de Horacio Huarani “...puedo amarte de cualquier manera, amarte con mi cuerpo y con mi sangre, amarte como un tigre enfurecido o amarte como un lirio inmaculado…” Mi padre le cantaba al amor. Ahora entiendo esa intensidad con la que uno puede amar.
Yo no he salido de la biblioteca de mi padre porque me reveló que tan  grande y agitado puede ser el mundo y  también lo reducido que uno lo puede ver. Aún me emocionan esas largas caminatas nocturnas por el Zócalo de la Ciudad.  Agarrado de su mano podíamos caminar por horas en calles oscuras y desconocidas. Mi papá siempre me transmitió mucha seguridad para seguir adelante. Él era un caminante, un excursionista, un pasajero, un explorador, un trotamundos,  un aventurero. Tenía una memoria increíble y conocía muchas ciudades. Mi madre me reclamaba  que yo era un pata de perro (con tono alegre). Pues miren de quien lo heredé. 
Yo no he salido de la biblioteca de mi padre porque sigo jugando con mi hermano Pavel a los soldaditos de guerra que nos traía mi papá en navidad. Aún recuerdo las clases de baile de mi papá y de mi hermana Nancy, y es que dentro del programa educativo de mi padre se incluía que debíamos bailar. Aún recuerdo a mi papá cargando a mi hermana más pequeña Belén; llegó a iluminar toda la casa. 
Yo no he salido de la biblioteca de mi padre, sigo ahí, buscando libros, notas, fotografías y todo aquello para seguir conociéndolo.
Hasta siempre, papá
Tu hijo Victor.
Julio 2021​​​​​​​

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